Por Paula Achury, Analista Económica de CABI Economics
El precio del oro ha mostrado importantes cambios estructurales en los últimos 15 años. Tras el fuerte incremento hasta 2011, el mercado entró en una fase de ajuste en la que se establecieron nuevos niveles de precios, moviéndose en un rango aproximado de US$1,000 a US$1,400 por onza troy. Este periodo estuvo marcado por una moderación en la demanda y un contexto financiero más estable, lo que limitó las presiones alcistas. Sin embargo, este rango funcionó como una base sólida desde la cual se desarrolló el siguiente ciclo alcista, impulsado por cambios en la percepción del riesgo global.
A partir de 2020, coincidiendo con el impacto de la pandemia y la alta volatilidad en los mercados financieros, el oro volvió a captar la atención como activo refugio. Los precios comenzaron a moverse en un rango más alto, entre US$1,600 y US$2,000 por onza troy, consolidando un nuevo nivel de precios para el mercado. Este repunte no se debió únicamente a una economía debilitada, sino a la incertidumbre global y la inestabilidad bursátil, factores que impulsan a los inversionistas a buscar activos más seguros.

Fuente: Elaboración propia con cifras de Yahoo Finance
Desde inicios de 2024, el comportamiento del oro cambió de manera radical. La cotización rompió su rango habitual y comenzó un incremento acelerado, hasta alcanzar nuevos máximos históricos a principios de agosto del presente año (US$3,534 por onza troy). Este repunte responde a una fuerte demanda ante escenarios de incertidumbre geopolítica y tensiones en los mercados financieros. En este periodo, el oro ha experimentado un crecimiento del 66%, lo que refleja un renovado interés por su función como resguardo de valor frente a riesgos globales.
Si ampliamos la perspectiva desde inicios de 2020 hasta la fecha, el incremento acumulado en el precio del oro asciende a 118.4%. Este desempeño evidencia que el metal ha sido uno de los activos más rentables en contextos de volatilidad. Cabe destacar que el oro no necesariamente sube cuando la economía está débil; su mayor impulso suele darse cuando existe incertidumbre sobre el futuro de los mercados, independientemente del ciclo económico en curso.

Fuente: Elaboración propia con cifras de Yahoo Finance
La relación entre el oro y el S&P500 muestra un comportamiento interesante. En 2021, el S&P500 tuvo un fuerte crecimiento interanual, alcanzando variaciones cercanas al 50%, mientras que el oro se mantuvo con ganancias moderadas. Esto refleja que, en un entorno de euforia bursátil, el apetito por activos refugio se modera. Sin embargo, a partir de 2022, ambos activos comenzaron a mostrar una trayectoria más alineada: el S&P500 perdió dinamismo y el oro dejó atrás su fase de ajuste, ambos moviéndose en tendencias ascendentes que mantuvieron cierta correlación positiva hasta inicios de 2025. Esto indica que, en tiempos de incertidumbre, los inversionistas combinan acciones y activos refugio para equilibrar riesgo y seguridad.
El oro mantiene su papel como activo refugio gracias a que no depende de la solvencia de un emisor ni de la política monetaria de un país específico. Cuando los inversionistas perciben riesgos elevados en la bolsa o inestabilidad global, incrementan sus posiciones en este metal, lo que eleva la demanda y por ende su precio.
La relación reciente con el S&P500 muestra que, en contextos prolongados de incertidumbre, ambos pueden registrar tendencias positivas de forma paralela, ya que los inversionistas buscan diversificar entre renta variable y activos refugio. Este patrón, aunque inusual, refleja que el oro no compite necesariamente con la bolsa, sino que puede complementarla en carteras que buscan equilibrio entre riesgo y seguridad. Históricamente, su comportamiento se repite con magnitudes y duraciones variables según el contexto global. Por ahora, el soporte de la demanda global y su estatus como refugio lo mantienen en una posición sólida para sostener precios elevados, aunque siempre sujeto a cambios abruptos en las expectativas de los mercados.