La Crisis Financiera Asiática estalló en 1997, desencadenada por una serie de devaluaciones monetarias que sacudieron a economías como Tailandia, Indonesia y Corea del Sur. Todo comenzó cuando Tailandia decidió abandonar la vinculación de su moneda al dólar estadounidense tras meses de presión especulativa, lo que provocó un desplome de su moneda local, el baht. Este efecto se propagó rápidamente por la región, afectando también a Malasia, Filipinas e Indonesia y más tarde, a Corea del Sur. La crisis tuvo raíces profundas en políticas de crecimiento acelerado que fomentaban la inversión, pero al mismo tiempo generaban altos niveles de deuda y riesgos financieros. Muchas empresas y bancos locales estaban excesivamente apalancados y el crédito fácil ocultaba vulnerabilidades estructurales. Los flujos de capital se detuvieron o se revirtieron y la rápida caída de las monedas locales provocó recesiones severas en varios países. Incluso economías con fundamentos más sólidos, como Hong Kong, tuvieron que enfrentar intentos especulativos, aunque lograron resistir gracias a sus reservas en dólares y sistemas financieros más estables.
La respuesta a la crisis incluyó la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que aportaron aproximadamente 118 mil millones de dólares para estabilizar las economías afectadas. A cambio, los Gobiernos debieron implementar reformas severas como recortar gastos, aumentar impuestos y fortalecer los Sistemas Financieros. Estas medidas ayudaron a que los países comenzaran a recuperarse en 1999, aunque las lecciones de la crisis permanecen vigentes. Se evidenció que un crecimiento rápido, financiado con deuda y respaldado por garantías gubernamentales, puede generar burbujas económicas difíciles de sostener. Además, la interconexión de los mercados financieros amplifica el contagio ante cualquier shock. La crisis también mostró cómo las Políticas Monetarias y fiscales influyen directamente en el valor de la moneda y en la competitividad de un país. Esta crisis económica sigue siendo un caso de estudio sobre los riesgos de la especulación, el endeudamiento excesivo y la necesidad de gestión prudente en economías emergentes.