Por Paula Achury, Analista Económica de CABI
Tras el nuevo acuerdo comercial alcanzado entre Estados Unidos y Guatemala, la relación económica entre ambos países entra en una etapa más dinámica. Con la reducción de aranceles para más del 70% de los productos guatemaltecos que se exportan a EE.UU., sectores como manufacturas, agroindustria, alimentos y textiles tendrán mayores oportunidades para crecer. Este alivio llega en un momento de desaceleración económica global, por lo que el acuerdo podría convertirse en un apoyo importante para impulsar las exportaciones en los próximos meses.
En paralelo, los compromisos regulatorios que Guatemala acepta (como facilitar procesos de registro, aceptar certificados estadounidenses y agilizar trámites para productos farmacéuticos, médicos, remanufacturados y agrícolas) traerán beneficios para los exportadores de EE.UU., pero también presionarán a Guatemala a modernizar sus instituciones públicas. Esto podría mejorar la eficiencia en aduanas, regulación sanitaria y procesos administrativos, áreas históricamente lentas.
Otro aspecto clave del acuerdo es el enfoque en la protección de la propiedad intelectual, el comercio digital y el uso de certificaciones electrónicas. Estos compromisos acercan a Guatemala a estándares internacionales más altos, lo que mejora su imagen frente a inversionistas que buscan reglas claras y seguridad jurídica. No obstante, también representan un desafío para los sectores locales, que deberán ajustarse a requisitos más estrictos, especialmente en áreas como software, medicamentos, contenido digital y tecnologías.
El componente geopolítico también juega un papel importante. Estados Unidos busca con este tipo de acuerdos reorganizar sus cadenas de suministro y fortalecer la estabilidad económica con países aliados, especialmente ante la creciente competencia con China. Para Guatemala, este cambio puede abrir más oportunidades de inversión extranjera directa y nearshoring. Sin embargo, para aprovechar plenamente estos beneficios, el país necesita mantener estabilidad macroeconómica, fortalecer sus instituciones y reducir la incertidumbre política.
En el corto plazo, el impacto dependerá de la rapidez con la que ambos países finalicen el texto legal y lo pongan en vigor. Los sectores exportadores podrían experimentar una reducción inmediata en costos arancelarios y mayor certidumbre, mientras que la administración pública enfrentará demandas para implementar los compromisos regulatorios. En el mediano plazo, si el país logra articular infraestructura, capacidades institucionales y política industrial, el acuerdo podría convertirse en un motor de crecimiento, diversificación exportadora y atracción de inversión.
El comportamiento reciente de las exportaciones guatemaltecas refleja claramente por qué el acuerdo comercial con Estados Unidos resulta especialmente estratégico. Como muestra la evolución del crecimiento anual, las exportaciones totales han tenido ciclos marcados de expansión y contracción, mientras que las ventas hacia Estados Unidos (que representan más del 30% del total y convierten a ese país en el principal socio comercial de Guatemala) muestran variaciones aún más pronunciadas. Durante varios meses de 2024 y 2025, las exportaciones hacia el mercado estadounidense registraron variaciones fuertes, lo que evidencia una alta sensibilidad a factores externos como condiciones económicas estadounidenses, regulaciones y aranceles. En este contexto, la reducción de aranceles y la mayor certidumbre normativa del nuevo acuerdo pueden amortiguar estas oscilaciones y ofrecer un entorno más estable para el comercio bilateral, facilitando que Guatemala consolide sus envíos hacia el mercado más fuerte en su balanza comercial.

Fuente: Elaboración propia









